Vicky llega a casa, se sienta al lado de una mesa y enciende un cigarro. Hao-Hao mezcla música en otra habitación. Al verla se acerca y le saca la chaqueta. Luego, como si fuera a besarle la nuca, coloca su cabeza detrás de la oreja de ella y empieza a olerla. Un ritual enfermizo. Primero la nuca, luego el cuello y los brazos. Busca indicios de algo que vincule a Vicky con el engaño. Y ella, aunque incómoda, se deja ser sin reprocharle con suficiente energía. Está atrapada, hechizada o hipnotizada, como en un acto de magia.

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